El Ayllu no es un café cualquiera. Es un lugar simbólico que ya forma parte de la historia del Cusco. En este rincón acogedor, tal vez como en ningún otro lugar de la ciudad, todos son bien recibidos con la misma amabilidad y respeto. Impensable que alguien haga distinciones entre clientes locales y extranjeros.
La filosofía del café es simple: trato familiar y precios accesibles para todos.
Por eso el Ayllu es un lugar democrático, entrañable y con una privilegiada vista a la plaza. Para los cusqueños es el punto de encuentro entre familiares los viernes después de la misa, el huequito ideal para las citas entre amigos después del izamiento dominical de la bandera.
Y cada mañana lugareños y foráneos llegan hasta aquí para tomarse un buen chocolate y acompañarlo con un pan con nata (después del Ayllu sólo en el mercado de San Pedro se puede comer este manjar). La gente que cae por aquí después de las seis de la tarde oscila entre el ponche de habas o el ponche de leche.
El café, así como luce ahora, lo imaginó hace 37 años doña Visitación Paz de Beltrán. Entonces abrió el establecimiento en la Cuesta del Almirante, a una cuadra del lugar donde actualmente se encuentra, sin la mayor pretensión que compartir con sus clientes sus secretos de repostería que solo disfrutaban sus familiares.
Pericles Beltrán, hijo de la fundadora y actual administrador del Ayllu, recuerda que en ese entonces los clientes cautivos de su madre eran los alumnos de los colegios cercanos a la Plaza de Armas que morían por sus adoquines (chupetes) de leche pura traída desde Anta y por las lenguas de suegra, una dulce creación familiar rellena con manjar blanco.
En 1971 los Beltrán aceptaron la invitación de monseñor Julio Caballero, canciller del Arzobispado del Cusco, para ocupar una tienda de su propiedad en el llamado Portal de Carnes. Desde entonces la convivencia entre los inquilinos y arrendatarios se llevó satisfactoriamente hasta el 2006, cuando las pretensiones económicas de la Iglesia "se hicieron impagables". Y allí empezó una peregrinación judicial que acabará con el desalojo.
La multiplicación de rentas
Chocolate caliente. El salón del Ayllu acoge por igual a cusqueños y foráneos. El Ayllu pagó por ese local 2,000 dólares mensuales hasta el 2006. Su oferta para la renovación del contrato incluía pagar el doble por el alquiler. En el tira y afloja de la negociación ofrecieron pagar hasta 5 mil dólares, pero el Arzobispado tenía en mente otros proyectos para este local –dicen que allí se instalará un Starbucks Coffee– y decidió echarlos del local por el camino judicial.
Nadie le niega al Arzobispado el derecho de alquilar sus propiedades como cualquier privado, pero lo que mortifica a los cusqueños no es solo que el Ayllu ya no estará en la Plaza de Armas, sino ver a sus pastores preocupados por hacer dinero, ignorando la tradición de sus feligreses.
Estos cambios coinciden con la presencia en el Arzobispado del polémico Luis Castañeda, "Luchín", a quien monseñor Juan Antonio Ugarte Pérez le confía la administración de los bienes de la Iglesia en la sombra. Pericles Beltrán recuerda que, tras pedir varias citas con monseñor Juan Antonio Ugarte, "Luchín" fue encomendado para recibirlo. Este le dijo que el Arzobispado no era una beneficencia y que de ahora en adelante no querían inquilinos, sino socios.
"Nos puso tres condiciones si queríamos mantenernos, que se invierta entre US$ 200 y 300 mil para que sea un local A-1, dijo que no podíamos vender un café de 2 soles cuando en todo el mundo vale 6 dólares y que el promedio de consumo de nuestros clientes debería ser de U$ 80.
Las otras condiciones fueron que se pague un alquiler de mercado y que le entreguemos el 10% de nuestras ganancias mensuales", contó. En la práctica, era condenar a muerte al Ayllu llevándose de encuentro la tradición de los cusqueños. Son locales como estos los que marcan la diferencia, en medio de restaurantes para turistas y cadenas de comida rápida como el Bembos y Mc’Donalds.
La filosofía del café es simple: trato familiar y precios accesibles para todos.
Por eso el Ayllu es un lugar democrático, entrañable y con una privilegiada vista a la plaza. Para los cusqueños es el punto de encuentro entre familiares los viernes después de la misa, el huequito ideal para las citas entre amigos después del izamiento dominical de la bandera.
Y cada mañana lugareños y foráneos llegan hasta aquí para tomarse un buen chocolate y acompañarlo con un pan con nata (después del Ayllu sólo en el mercado de San Pedro se puede comer este manjar). La gente que cae por aquí después de las seis de la tarde oscila entre el ponche de habas o el ponche de leche.
El café, así como luce ahora, lo imaginó hace 37 años doña Visitación Paz de Beltrán. Entonces abrió el establecimiento en la Cuesta del Almirante, a una cuadra del lugar donde actualmente se encuentra, sin la mayor pretensión que compartir con sus clientes sus secretos de repostería que solo disfrutaban sus familiares.
Pericles Beltrán, hijo de la fundadora y actual administrador del Ayllu, recuerda que en ese entonces los clientes cautivos de su madre eran los alumnos de los colegios cercanos a la Plaza de Armas que morían por sus adoquines (chupetes) de leche pura traída desde Anta y por las lenguas de suegra, una dulce creación familiar rellena con manjar blanco.
En 1971 los Beltrán aceptaron la invitación de monseñor Julio Caballero, canciller del Arzobispado del Cusco, para ocupar una tienda de su propiedad en el llamado Portal de Carnes. Desde entonces la convivencia entre los inquilinos y arrendatarios se llevó satisfactoriamente hasta el 2006, cuando las pretensiones económicas de la Iglesia "se hicieron impagables". Y allí empezó una peregrinación judicial que acabará con el desalojo.
La multiplicación de rentas
Chocolate caliente. El salón del Ayllu acoge por igual a cusqueños y foráneos. El Ayllu pagó por ese local 2,000 dólares mensuales hasta el 2006. Su oferta para la renovación del contrato incluía pagar el doble por el alquiler. En el tira y afloja de la negociación ofrecieron pagar hasta 5 mil dólares, pero el Arzobispado tenía en mente otros proyectos para este local –dicen que allí se instalará un Starbucks Coffee– y decidió echarlos del local por el camino judicial.
Nadie le niega al Arzobispado el derecho de alquilar sus propiedades como cualquier privado, pero lo que mortifica a los cusqueños no es solo que el Ayllu ya no estará en la Plaza de Armas, sino ver a sus pastores preocupados por hacer dinero, ignorando la tradición de sus feligreses.
Estos cambios coinciden con la presencia en el Arzobispado del polémico Luis Castañeda, "Luchín", a quien monseñor Juan Antonio Ugarte Pérez le confía la administración de los bienes de la Iglesia en la sombra. Pericles Beltrán recuerda que, tras pedir varias citas con monseñor Juan Antonio Ugarte, "Luchín" fue encomendado para recibirlo. Este le dijo que el Arzobispado no era una beneficencia y que de ahora en adelante no querían inquilinos, sino socios.
"Nos puso tres condiciones si queríamos mantenernos, que se invierta entre US$ 200 y 300 mil para que sea un local A-1, dijo que no podíamos vender un café de 2 soles cuando en todo el mundo vale 6 dólares y que el promedio de consumo de nuestros clientes debería ser de U$ 80.
Las otras condiciones fueron que se pague un alquiler de mercado y que le entreguemos el 10% de nuestras ganancias mensuales", contó. En la práctica, era condenar a muerte al Ayllu llevándose de encuentro la tradición de los cusqueños. Son locales como estos los que marcan la diferencia, en medio de restaurantes para turistas y cadenas de comida rápida como el Bembos y Mc’Donalds.
Ciudad genérica
Fast food en la plaza de armas. Los restaurantes de comida rápida empiezan a copar los locales de la Plaza de Armas. Para el escritor Luis Nieto Degregori, asiduo concurrente del Ayllu, estos cambios en el centro histórico buscan que el Cusco se convierta en una "ciudad genérica", moldeada más al gusto de los consumidores, sin respetar la particularidad que hace de esta ciudad histórica un espacio único.
"El Ayllu es parte de la tradición del Cusco, de la cultura viva que no puede desaparecer. Su salida se suma al desplazamiento del centro de otros locales tradicionales como la picantería La Chola y otros negocios de la Plaza de Armas, con lo que el Cusco está perdiendo su rostro único", dice.
Su defensa de esta tradición no cuestiona que cadenas de comida rápida se instalen en la ciudad, que el Arzobispado pueda disponer de sus propiedades o que los capitales extranjeros puedan invertir, sino que exige que estos intereses no distorsionen lugares emblemáticos.
A la voz de alarma que lanza Luis Nieto se suma la del cineasta cusqueño Luis Figueroa, director de la película Kukuli, quien recuerda que en el Ayllu se concretó un proyecto para restaurar este filme.
Figueroa dice que el Arzobispado no solo está echando al Ayllu, sino a sus clientes, que tenían en este café el único espacio para cusqueños en la plaza. "Este arzobispo no cree en Dios, cree en el dólar, es Opus dólares Dei", dice. El cariño de los usuarios por el Ayllu, que aún conserva viejos escaparates de madera y el mobiliario franciscano de antes, está plasmado en dos libros con mensajes que reflejan la añoranza por una tradición que se va cayendo de a pocos. "El Ayllu es una parte del Cusco", dice uno de los mensajes. ¿Quién podría decir que no?
Este clero quiere dinero
El Arzobispado parecería dispuesto a alquilar hasta la propia catedral del Cusco. El Arzobispado ya ha sostenido en varias ocasiones que el precio que paga el Ayllu por ocupar una tienda frente a la Plaza de Armas, un local en el segundo piso y dos departamentos habitados es irrisorio.
Pero el cierre del Ayllu no es el único tema que ha enfrentado a la opinión pública con el Arzobispado. Los padres de familia del colegio San Antonio Abad están decididos a impedir que este centro educativo y el seminario del mismo nombre dejen de funcionar allí porque se pretende alquilarlos para un centro comercial y una tienda por departamento.
No hay que olvidar además que la nueva administración del Arzobispado retiró del Boleto Turístico, un circuito que agrupa todos los complejos arqueológicos y culturales del Cusco y que es administrado por las municipalidades, sus iglesias y conventos, para formar su propio circuito y tener control directo de sus ingresos.
La agencia de viajes de "Luchín" Castañeda fue acusada también por las demás agencias de turismo de ofrecer visitas privilegiadas a monumentos de las Iglesias que no se podían ofertar por ninguna otra agencia de viajes y de pretender dividir al Boleto Turístico para hacer un circuito paralelo entre el Arzobispado y algunas municipalidades.
El grupo Libido conoció también de las nuevas formas de administración del Arzobispado. Cuando quiso grabar un video clip en la Plaza de Armas a propósito de su premiación en MTV, le cubrieron la fachada de la Catedral con una tela porque no pagaron por derecho de uso.
Fast food en la plaza de armas. Los restaurantes de comida rápida empiezan a copar los locales de la Plaza de Armas. Para el escritor Luis Nieto Degregori, asiduo concurrente del Ayllu, estos cambios en el centro histórico buscan que el Cusco se convierta en una "ciudad genérica", moldeada más al gusto de los consumidores, sin respetar la particularidad que hace de esta ciudad histórica un espacio único.
"El Ayllu es parte de la tradición del Cusco, de la cultura viva que no puede desaparecer. Su salida se suma al desplazamiento del centro de otros locales tradicionales como la picantería La Chola y otros negocios de la Plaza de Armas, con lo que el Cusco está perdiendo su rostro único", dice.
Su defensa de esta tradición no cuestiona que cadenas de comida rápida se instalen en la ciudad, que el Arzobispado pueda disponer de sus propiedades o que los capitales extranjeros puedan invertir, sino que exige que estos intereses no distorsionen lugares emblemáticos.
A la voz de alarma que lanza Luis Nieto se suma la del cineasta cusqueño Luis Figueroa, director de la película Kukuli, quien recuerda que en el Ayllu se concretó un proyecto para restaurar este filme.
Figueroa dice que el Arzobispado no solo está echando al Ayllu, sino a sus clientes, que tenían en este café el único espacio para cusqueños en la plaza. "Este arzobispo no cree en Dios, cree en el dólar, es Opus dólares Dei", dice. El cariño de los usuarios por el Ayllu, que aún conserva viejos escaparates de madera y el mobiliario franciscano de antes, está plasmado en dos libros con mensajes que reflejan la añoranza por una tradición que se va cayendo de a pocos. "El Ayllu es una parte del Cusco", dice uno de los mensajes. ¿Quién podría decir que no?
Este clero quiere dinero
El Arzobispado parecería dispuesto a alquilar hasta la propia catedral del Cusco. El Arzobispado ya ha sostenido en varias ocasiones que el precio que paga el Ayllu por ocupar una tienda frente a la Plaza de Armas, un local en el segundo piso y dos departamentos habitados es irrisorio.
Pero el cierre del Ayllu no es el único tema que ha enfrentado a la opinión pública con el Arzobispado. Los padres de familia del colegio San Antonio Abad están decididos a impedir que este centro educativo y el seminario del mismo nombre dejen de funcionar allí porque se pretende alquilarlos para un centro comercial y una tienda por departamento.
No hay que olvidar además que la nueva administración del Arzobispado retiró del Boleto Turístico, un circuito que agrupa todos los complejos arqueológicos y culturales del Cusco y que es administrado por las municipalidades, sus iglesias y conventos, para formar su propio circuito y tener control directo de sus ingresos.
La agencia de viajes de "Luchín" Castañeda fue acusada también por las demás agencias de turismo de ofrecer visitas privilegiadas a monumentos de las Iglesias que no se podían ofertar por ninguna otra agencia de viajes y de pretender dividir al Boleto Turístico para hacer un circuito paralelo entre el Arzobispado y algunas municipalidades.
El grupo Libido conoció también de las nuevas formas de administración del Arzobispado. Cuando quiso grabar un video clip en la Plaza de Armas a propósito de su premiación en MTV, le cubrieron la fachada de la Catedral con una tela porque no pagaron por derecho de uso.
Por: Flor Huillca
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