6/29/2009
Se acerca el fin de un modelo de nación
Ex rector y profesor principal de San Marcos, Manuel Burga es uno de los historiadores más fructíferos y reconocidos del país. Nadie más pertinente que él, entonces, para opinar sobre el Perú de estos días.
–Existe la impresión en medios académicos de que la crisis que enfrentamos es mucho más grave de lo que se piensa.
–Sí. La gente no es consciente de la profundidad de la crisis, que se da por el agotamiento del tipo de Estado que tenemos. Es una crisis que no es coyuntural sino estructural, con la cual estaríamos llegando a una etapa de cambio de era o cambio de periodo. La situación sería comparable –si es que queremos referirnos a otros momentos de nuestra historia– al fin del segundo militarismo con Cáceres, cuando el Partido Civil inicia la república aristocrática, con Nicolás de Piérola a la cabeza. La clave está en saber de qué fin de era se trata: el fin de un modelo económico o el fin de un modelo de nación. Me inclino por la segunda hipótesis: hay una emergencia de las periferias, que buscan una nación más inclusiva, en la cual no solo se incorporen las nacionalidades excluidas, sino que se las respete. Y que a través de la descentralización se atienda sus demandas.
–¿Esta nación emergente colisiona con el modelo económico vigente, especialmente tal como lo ha planteado el presidente García?
–Sí. Este modelo contradice aquel enunciado en “El síndrome del perro del hortelano”, el modelo primario exportador. El modelo de García se basa en la extracción de recursos naturales –sean de la agricultura, la minería o del bosque– y se encuentra agotado, no solo en el Perú sino en otros países. Entonces, se trata de una situación inédita en la historia universal: un nuevo modelo de nación que va a exigir un nuevo modelo económico. Esto es resultado de la vigencia de la posmodernidad en el mundo, donde han resurgido con fuerza muchas identidades y autonomías regionales, y no solo aquí, también en Europa.
–Una de las características de estos movimientos es que son autónomos. Es decir, no enganchan con el sistema político.
–Es la impresión que se tiene. Que vienen desde la periferia, demandando derechos enunciados en el ordenamiento político, pero no efectivos. No se puede decir que no hay Estado en Andahuaylas. Está, y desde los siglos coloniales, pero su presencia no se traduce en obras, educación o salud pública. Esto es lo que tiene que cambiar, y las poblaciones que levantan agendas deberán incorporarse como partes orgánicas, ya no como esa especie de colonias internas que son.
–Actualmente existe una pugna entre los proyectos regionales y aquellos procedentes del Estado nacional, habituado a imponer los suyos.
–Las regiones se miran a sí mismas, y al hacerlo descubren por tercera o cuarta vez –pues no es un hecho nuevo– que los ingresos que ellas generan sirven para engordar al sistema de la metrópolis. Por eso buscan a través del canon que esas plusvalías que generan se inviertan en las propias regiones. El futuro del Perú es federalista, al menos tal como lo entendieron Mariátegui y Manuel Pardo, para no dejar que todo sea absorbido por el centralismo limeño.
–Este enfrentamiento con el poder central tiene aspectos nuevos. Ahora los pueblos que se levantan citan a la autoridad central y le presentan sus demandas en su propio territorio, ya no vienen a Lima.
–Sin duda es una parte novedosa. La exigencia ahora es recibir a la autoridad. El esquema anterior de los reclamos campesinos era que ellos enviaban sus mensajeros a Lima. Ahora el mensajero proviene del Estado y acude a lograr diálogo y acuerdos con las poblaciones que reclaman. Es un triunfo de la descentralización. Puede ser que a algunos peruanos eso les erice la piel y vean a algunos presidentes como muy regionalistas, pero tienen todo el derecho de serlo. No hay que olvidar que el modelo de nación que proviene desde inicios del siglo XX es plebiscitario, y sirve en tanto es útil a sus acciones.
–¿No crees que hay también un reclamo de ciudadanía en las agendas de estos sectores postergados?
–Sí. La ciudadanía ha venido expandiéndose en el país a través de los mecanismos de la educación, que se ha universalizado. Los derechos políticos se han reconocido, todos somos electores, y lo mismo ocurre con los derechos sociales. Ahora lo que los pueblos reclaman es autonomía. Ya no solo respecto a los individuos, sino respecto a las colectividades. Las autonomías ya existen en España y hacia eso marchan muchos países como el Perú.
–¿Encuentras satisfactoria la explicación oficial que insiste en que hay un problema de comunicación entre gobernantes y gobernados cada vez que surge una protesta?
–Me parece insuficiente, pues todas las regiones están intercomunicadas. Lo que ocurre es que no hay una integración orgánica de ellas dentro del diseño nacional. Las tres funciones básicas del Estado: educación, salud y seguridad se centran solo en la costa o en Lima, dejando desguarnecido el interior del país. Una parte de los reclamos es eso: recibir lo básico para sentirse peruanos a cabalidad.
–¿Y cómo haría el Estado central para satisfacerlos? Porque es evidente que no podrá atender a todos.
–Ernest Renan, un escritor francés, decía a mediados del siglo XIX que las naciones se construyen a partir de las demandas de las regiones (“las provincias”, decía él) y creo que esa será la gran tensión que se aproxima en el futuro en el Perú. El poder central debe atender las demandas de las regiones y estas deben sentir que forman parte de la nación peruana. En esa dialéctica está el secreto de toda nación moderna. La integración no se construye en un par de décadas, es un proceso largo. Tenemos que construir la organicidad de la nación. Hay que engreír a las regiones y otorgarles el mismo tratamiento que Tacna recibió en el siglo XX.
–¿Hay posibilidades de conseguirlo o la crisis las ha clausurado?
–Es tarde para el esquema anterior, primario exportador y depredador. Pero es posible si se aplica un nuevo esquema, que incremente la velocidad de integración de las regiones al país. Nunca es tarde en la historia de los países para construir una nación. El gran tema es entender el momento, saber por dónde caminar. Abandonar esa tesis del siglo XIX que trata de entender el Perú solo desde el centro metropolitano. Hay avances, algunos procedentes de universidades, pero es la sociedad civil la que ha hecho los mejores esfuerzos por entender el país en las últimas décadas. Si no se ponen en marcha mecanismos públicos hacia las regiones, podemos llegar a una situación de inviabilidad.
–¿Crees que esta discusión será tomada en cuenta en el próximo periodo electoral?
–El ganador de las próximas elecciones será aquel que vaya al interior y ofrezca propuestas sólidas para profundizar el proceso de regionalización, con respeto a las identidades. Quien lo haga de modo convincente será quien gane el voto mayoritario, pues si en Lima se divide el electorado, serán las provincias las que tendrán el voto decisorio.
Chile, el recelo a perpetuidad
–¿Cómo ves la situación internacional con nuestros vecinos? Es también un momento delicado. Hemos perdido nuestra tradicional alianza con Bolivia. –Pese a que somos estructuralmente una nación más parecida a Bolivia y a Ecuador que a Chile, se pretende que nos asemejemos a este último. Y el diálogo político entre estados con Bolivia se ha vuelto muy difícil, porque es difícil entender el proyecto de Evo Morales. Es muy complejo situarse en el proceso histórico boliviano, donde se están impulsando nacionalismos étnicos, que no son nacionalismos modernos. Pero, a fin de no quedar encerrados, es necesario buscar reabrir ese diálogo. –¿Y nuestra problemática relación con Chile? Pese a la admiración de ciertas esferas por el modelo chileno, tenemos el tema de la demarcación marítima. –Con Chile tenemos una frontera producto de una guerra, y ahora hemos llevado ante un tribunal internacional la línea demarcatoria marítima. Creo que es difícil establecer una línea que legalice una frontera cuando esta es producto de una guerra republicana, y por eso me parece que el tema fronterizo del sur será permanente en las próximas décadas. –¿Incluso después del fallo de la Corte de La Haya? –Sí, porque entonces habrá políticos como Evo Morales, que van a reclamar. El recelo ante Chile siempre va a existir porque la frontera es un tema pendiente, como los tienen todas las naciones. Pero el hecho de que las fronteras sean cada vez más transparentes en el mundo puede ayudar.
Perfil
Manuel Burga
• Nacimiento: 1942
• Lugar: Chepén
• Profesión: Historiador y docente
• Estudios: San Marcos, Ecole Pratique des Hautes Etudes de Sciencies Sociales de París, La Sorbona (Doctorado)
• Premio Nacional de Historia Jorge Basadre.
• Cargos: Rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (2001-2006), Miembro de la Academia Nacional de Historia.
• Libros: De la Encomienda a la Hacienda capitalista, Nacimiento de una utopía, Para qué aprender historia en el Perú, La historia y los historiadores en el Perú, La Reforma Silenciosa. Descentralización, Desarrollo y Universidad Regional
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