5/31/2010

Gigantes que se derriten

Los glaciares andinos se convierten en lagunas y riachuelos a causa del calentamiento global de la tierra. El Coropuna, uno de los nevados más imponentes del país, después del Huascarán, ha perdido más de la mitad de su casquete. El deshielo provocará una emergencia en la sierra de Arequipa. Ausangate y Solimana, otros dos glaciares imponentes, también

tienen los días contados.

Por Juan Carlos Soto
Fotos Julio Angulo

Los agricultores de la zona baja de la provincia de Condesuyos, en Arequipa, viven engañados por la naturaleza. En primavera, estación sin lluvias y con sol calcinante, ocurren milagros con el agua. Aumenta y es suficiente para satisfacer la sed de sus cultivos. Rosa, una agricultora dedicada una vida entera al campo, cuenta: “Estamos contentos, en los últimos años tenemos harta agua”. Sin embargo, de esas descargas barrosas que descienden de las alturas, se deduce una verdad apocalíptica. La marcha de la vida, con el acelerado descongelamiento del Coropuna, el glaciar de 6,445 metros de altura, ubicado en la cordillera occidental, de cuyos deshielos han vivido eternamente 50 mil habitantes de las provincias arequipeñas de Condesuyos y Castilla.

El Corupuna está sentenciado a la muerte. “Desaparecerá en 15 años o quizá menos”, estiman estudios del Proyecto Especial Copasa. Hace cuatro años esta entidad reveló que el nevado había perdido el 54% de su casquete glaciar y lanzó un cálculo temerario: Cada año desaparece un kilómetro y algo más de hielos perpetuos como consecuencia del cambio climático. En Arequipa este fenómeno mundial comenzó a sentirse con variaciones de las temperaturas y del ciclo de lluvias. El director del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), Sebastián Zúñiga Medina, es categórico: “En los últimos diez años la temperatura de la región aumentó 0.7 grados”. La ONG Desco confirma la tendencia. Desde 1975 la temperatura comenzó a elevarse en zonas por encima de los cuatro mil metros de altura. Con este calentamiento, los nevados no gotean sino chorrean.

Deglaciación en cadena

“Pocos saben lo que se viene. En Andaray, Condesuyos, andan felices con el agua de los deshielos. Pero esa felicidad durará poco. ¿Qué pasará cuando se derrita todo?”, dice el teniente alcalde de Condesuyos, Moisés Apaza, quien acompaña a DOMINGO en esta aventura de asistir a la agonía de un gigante, el Coropuna. De Arequipa, hemos llegado a Chuquibamba, la capital de Condesuyos, tras cinco horas de viaje. Chuquibamba está en un hoyo. La camioneta que nos traslada al Coropuna toma la carretera a Cotahuasi, la capital de la provincia de La Unión, en donde se encuentra el cañón más profundo del mundo. La trocha serpentea la montaña. Alcanzamos una de las falsas cimas de la cordillera. La blancura de la montaña es hechizante. Brilla en el alba.

Nuestro guía lleva una botella de pisco para sortear las temperaturas bajo cero y los efectos del mal de altura. El licor prenderá hasta en leña mojada. Ardemos con varios “secos y volteados”.

Arribamos a un mirador de privilegio: Chojanitayo. Desde allí aparece en miniatura toda la cordillera occidental en cadena: conos azulados con las coronas nevadas en retiro. Lo del Pichu Pichu es un drama. Estudios de Desco confirman una deglaciación del 80.49% del nevado, situado en la zona suroriental de Arequipa. Durante tres décadas, alimentó manantiales para irrigar 30 mil hectáreas de tierras agrícolas. Ahora solo alcanza para 4 mil. “Todos los manantiales se alimentaban de la cumbre. Sin deshielos, nuestra esperanza este año eran las lluvias para recargar los acuíferos. Pero solo hubo dos días de precipitación”, dice Percy del Carpio, el dirigente de este lugar. Las autoridades trabajan en un plan de contingencia. El Gobierno Regional de Arequipa entregó una represa para almacenar agua en periodo de lluvias. En el Chachani, el otro coloso que acordona Arequipa con el Misti y Pichi Pichu, aflora una excelente cobertura, pero la vista es engañosa. También perdió el 50% de glaciar.

La vida sobre un nevado

Despunta el sol. Después de dos días nublados, el Coropuna se muestra impúdico esta mañana No tiene la chalina de nubes que suele rodearlo en los amaneceres. Lo flanquea el Solimana, otro pico en emergencia. Las llantas de la camioneta 4x4 trituran los espejos de hielo que hay en la carretera. Son las filtraciones del Coropuna que se congelan en la madrugada. De estas nacen humedales, donde pasta y toma agua el ganado auquénido.

En los 4,300 metros de altura, carretera rumbo a Cotahuasi, nos topamos con un río de aguas límpidas. Lo llaman Arma, cuyas vertientes se alimentan del Coropuna y Solimana. Descarga de seis a siete metros cúbicos, pero el caudal se desperdicia en el océano Pacífico. Este río es la última esperanza del agro en Condesuyos para combatir la sequía. Hace décadas que los agricultores planean captarlo para llevarlo a sus campos. Un proyecto de irrigación demanda 120 millones de soles. Sucesivos gobiernos se han negado a financiar las obras. El proyecto tiene la calificación de “poco rentable”. Mientras Moisés Apaza cuenta las peripecias del proyecto, un pato silvestre se lanza en picada al río a la caza de una trucha. Este tipo de patos silvestres viven al acecho. La trucha se reproduce a lo largo de la cuenca. Alimenta a las comunidades aledañas. Una de ellas es Pucuncho, un poblado asentado en una gran meseta rodeada de humedales. Es la zona urbana más cercana al nevado. Sus habitantes soportan temperaturas bajo cero. La inclemencia climática se refleja en los cachetes cuarteados o enrojecidos de los lugareños.

“En invierno llegamos a –12 grados”, asegura la encargada de la posta de salud Isabel Calloapaza Álvarez, una obstetriz que abandonó el confort de la ciudad para vivir en estas soledades. La principal enfermedad aquí son las Infecciones Respiratorias Agudas en menores”, dice. Pero con las IRAS compite el alcoholismo. El 85% de los pobladores bebe aguardiente de muy mala calidad con el pretexto ‘con algo hay que matar el frío’. Lo toman hombres y mujeres. Las borracheras terminan pésimo. No hace mucho dos se envenenaron por penas de amor.

Pucuncho vive al pie de una gran reserva hídrica. Pero no tiene servicio potable ni luz. Sus habitantes son muy pobres. En tierras negadas a la agricultura por la hostilidad de las heladas, la mayoría depende de la cría de auquénidos. Viven atrapados en el tiempo. La era del trueque no ha muerto aquí; intercambian lana y carne con productos de primera necesidad y por supuesto la ración de cañazo. Sobrevive el ayni, un sistema de trabajo comunitario en donde todos se ayudan entre sí. “Hoy por ti mañana, por mí”, es el lema. Hoy las calles de Pucuncho están vacías. Hay ayni en una comunidad cercana.

Abandonamos esta comunidad, rumbo a la laguna llamada Pallarcocha, la zona más cercana al pie del nevado y paso obligado de los andinistas que escalan la montaña. El espejo de agua está alimentado de invisibles manantiales de la deglaciación. Desde este sitio, las averías del calentamiento sobre el Coropuna son visibles. La montaña tiene agujeros. En el espejo de agua se reproduce el imponente Coropuna como un viejo canoso que ha empezado a perder su cabellera. Con su final, se secarán los bofedales, el río hábitat de las truchas y patillos. Rosa ya no verá ese chorro de agua barroso con el que riega sus cultivos cada 30 días.

El cambio climático en Arequipa

El representante de la ONG Desco, Horacio Zevallos, sostiene que se hicieron estudios en la cadena de volcanes y nevados de la zona occidental del sur del país para comprobar su capacidad glaciar. La conclusión es la siguiente. Algunos perdieron sus nieves por erupciones. En esa lista figuran el Ubinas, Sabancaya y el Ampato. En cambio, en los otros, el cambio climático los fundió. Las nieves están en franca retirada hacia la cumbre por el incremento de las temperaturas de octubre y noviembre. En esos meses sin presencia de nubosidad, el sol cae directamente en las alturas y los derrite.

Para Zevallos, el cambio climático trajo la radicalización de las temperaturas. “Nosotros hemos hecho mediciones y cada día la región Arequipa tiene condiciones de desierto. El indicador de ello son los bajos niveles de precipitación, aumento de la temperatura máxima en el mediodía y también de las mínimas en la noche. La humedad juega un papel clave. Esta retiene el calor en la noche y oxigena el día. Pero como Arequipa la perdió, entonces hace mucho frío en la noche y se tropicaliza en el día. Estos cambios de temperatura permitieron también la aparición de plagas propias de climas cálidos que han deteriorado los cultivos.

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